Tu energía no es infinita—Deja de gastarla como si lo fuera
- Aura E. Martinez
- 31 ago
- 2 Min. de lectura
Vivimos en un mundo que glorifica la productividad y el estar ocupada. “Haz más, sé más, da más”. Pero aquí está la verdad que a menudo olvidamos: tu energía no es infinita. Sólo tienes cierta cantidad cada día, y cómo eliges gastarla determina no solo lo que logras, sino también en quién te conviertes en el proceso. Tratar tu energía como si no tuviera límites es una de las maneras más rápidas de perderte a ti misma.
Piensa en esto: ¿cuántas veces has dicho que sí cuando todo tu cuerpo gritaba no? ¿Cuántas noches has seguido adelante a pesar del cansancio solo para cumplir con otra fecha límite, asistir a otro evento o estar para todos menos para ti? Cada uno de esos momentos tiene un costo. Y no es solo el cansancio. Es la erosión de tu paz, tu alegría, tu salud e incluso tu sentido de quién eres.
La energía es mucho más que resistencia física. Es emocional, mental y espiritual. Cuando te entregas en demasiadas direcciones, no solo agotas tu cuerpo, estás vaciando tu alma. Por eso puedes dormir ocho horas y aún despertar cansada. Porque el sueño restaura el cuerpo, pero los límites restauran el alma.
La lección más difícil para muchas es aprender que proteger tu energía no es egoísmo. Es sagrado. Es decir: “Me honro lo suficiente como para no dar lo que no tengo”. Cada sí requiere un no en otra parte. Cuando olvidas esto, empiezas a vivir en sobregiro, tomando prestada la energía de mañana para sobrevivir hoy. Y eventualmente, la factura llega.
Entonces, ¿cómo dejas de gastar tu energía como si fuera interminable? Empieza siendo radicalmente intencional. Pregúntate: ¿Esto merece mi energía? ¿Me devolverá lo que me está quitando? Si la respuesta es no, te debes a ti misma reconsiderarlo. Protege tus mañanas. Cuida tu paz. Di no sin culpa. Date permiso de dejar lugares y personas que solo toman sin dar nada a cambio.
Cuando empiezas a tratar tu energía como el recurso limitado y valioso que es, algo cambia. Dejas de dispersarte. Dejas de resentir a los demás. Dejas de vivir con lo mínimo. Y en su lugar, empiezas a dirigir tu energía hacia lo que importa—tu sanación, tu crecimiento, tu propósito.
Tu energía no es infinita. Y eso no es debilidad, es sabiduría. Porque cuando entiendes tus límites, finalmente comienzas a vivir dentro del ritmo que te mantiene entera.
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