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La mentira de "Estoy bien" y lo que te está costando

Todas lo hemos dicho. A veces con una sonrisa, a veces apretando los dientes. “Estoy bien”. Esas dos palabras pueden salir de tu boca tan fácilmente que casi parecen inofensivas. Pero seamos honestas: muchas veces son la mayor mentira que nos decimos a nosotras mismas y al mundo. Detrás de un “estoy bien” puede haber agotamiento, dolor, frustración o incluso esa sensación silenciosa de que tu vida se ha alejado demasiado de lo que realmente quieres.


El peligro del “estoy bien” es que cierra la puerta a la verdad. Te mantiene encerrada dentro de tu dolor, frustración o confusión, sin permitir que nadie, incluyéndote a ti, lo reconozca por completo. Empiezas a vivir en modo supervivencia, convenciéndote de que mientras estés funcionando, es suficiente. Pero “funcionar” no es lo mismo que vivir. No es lo mismo que sentirte viva, conectada y en paz.


Cuanto más repetimos “estoy bien”, más nos insensibilizamos ante lo que realmente está pasando. Ignoramos las señales de nuestro cuerpo cuando nos pide que bajemos el ritmo. Desoímos el llamado de nuestro corazón que pide un cambio. Silenciamos nuestra verdad por miedo a que sea demasiado caótica, demasiado intensa o demasiado incómoda para los demás. Y con el tiempo, nos convertimos en extrañas para nosotras mismas, pulidas por fuera, derrumbándonos por dentro.


Aquí está la verdad: lo que entierras no desaparece. Se manifiesta de otras formas, como por ejemplo, reaccionando con enojo a las personas que amas, despertándote cansada aunque duermas lo suficiente, sintiendo un vacío que no puedes explicar aunque en papel tu vida “se vea bien”. El “estoy bien” puede mantener la paz en la superficie, pero crea una guerra en tu interior.


El costo de decir “estoy bien” es alto. Te cuesta autenticidad. Te cuesta conexión profunda. Te cuesta la oportunidad de recibir el apoyo, la sanación y el cambio que mereces. Porque no puedes transformar lo que te niegas a nombrar.


Elegir decir la verdad—primero a ti misma y luego a alguien de confianza—es un acto de valentía. Es decir: “No estoy bien, y eso está bien, porque estoy lista para enfrentar lo que es real”. Ahí es donde empieza la sanación. Ahí es donde dejas de existir y vuelves a vivir.


Así que la próxima vez que sientas que “estoy bien” quiere salir de tu boca, detente. Pregúntate: “¿Cuál es la verdad en este momento?”. Porque tu libertad no vive en la mentira—vive en la honestidad que viene después.


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