Cuando la claridad duele: Por qué la verdad sobre tu vida se siente pesada antes de liberarte
- Aura E. Martinez
- 10 ago
- 2 Min. de lectura
Tendemos a pensar que la claridad siempre es algo bueno, que en el momento en que “vemos la verdad” sobre algo, nos sentiremos más ligeras, más felices, y aliviadas. Pero la realidad es que la claridad muchas veces llega con una punzada antes de traer la libertad que tanto anhelas. Es una punzada que se instala en lo más profundo del pecho, porque con una nueva conciencia llega el hecho innegable de que algo debe cambiar. Y el cambio, por muy necesario que sea, rara vez es cómodo.
Hay momentos en la vida en los que la niebla se levanta y, de repente, ves tu realidad tal cual es. No lo que esperabas que fuera. No lo que te estabas convenciendo que era. Sino lo que realmente es. Y ese momento puede sentirse como una pérdida. Pérdida de la historia que te has contado. Pérdida de las ilusiones a las que te has aferrado. Pérdida de la comodidad que venía con no saber.
La claridad te pide que enfrentes verdades que quizás llevabas años evitando. Te muestra la relación que en realidad no es amorosa, el trabajo que ha estado drenando poco a poco tu espíritu, los patrones que te siguen llevando en círculos. Te exige honestidad. Y esa honestidad puede doler, porque te obliga a reconocer lo que te ha estado costando tu paz.
Pero quiero que recuerdes algo: la pesadez que sientes en el momento de obtener claridad no es señal de que algo esté mal. Es señal de que has cruzado el umbral entre vivir inconscientemente y vivir con conciencia. Ese peso que sientes es el peso de la verdad instalándose en tus huesos. Y una vez que está ahí, no puedes dejar de verla. No puedes volver a fingir que no lo sabes.
La claridad no viene a castigarte. Viene a despertarte. Y sí, al despertarte, sacudirá los cimientos de lo que creías saber. Pero en esa sacudida, abre el camino para lo que es real, lo que está alineado y lo que está destinado para ti.
Así que si estás en ese lugar ahora mismo, si la verdad se siente pesada, si la conciencia te ha hecho ver cosas que preferirías no ver, date gracia. Permítete llorar lo que termina, aunque solo termine en tu mente. Y luego, cuando estés lista, da un pequeño paso hacia la vida a la que tu claridad te está llamando.
Porque la claridad puede doler al principio, pero nunca viene para dañarte. Viene para liberarte. Y a veces, la libertad que tanto has buscado empieza con el valor de sostener el peso de la verdad hasta que se transforme en ligereza.
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